miércoles, 20 de febrero de 2008

Burroughs en el México de los años cuarenta

De nuevo con literatura para descansar un poco del derecho. Transcribo unos apartes del libro Queer de William Borroughs que habla del México de los años cuarenta. Aprovecho este post para agradecer a todos los lectores sobretodo a los que se han atrevido a presentarse en el grupo de facebook http://www.iureamicorum.blogspot/. Con la aplicación de Neocounter puedo conocer que han estado visitando el blog amigos de Colombia, México, España, Francia, Argentina, Estados Unidos, Venezuela, Perú, Guatemala, El Salvador, Gran Bretaña, Panamá, Costa Rica, Alemania, Ecuador, Italia, Marruecos, Nicaragua, Bulgaria, Bolivia, Puerto Rico, Brasil y Suecia... Muchas gracias por el interés y los dejó con William Borroughs ... recuerden que este autor es un poco sarcástico y mordaz, ver nota anterior sobre Borroughs en Bogotá, así que no se ofendan por su lenguaje.
Introducción al libro Queer (Impresiones del México de los años cuarenta) Por: William Borroughs


"Ciudad de México, cuando viví en ella a fines de la década de 1940, era una ciudad de un millón de habitantes con aire claro y brillante y un cielo de ese tono especial de azul que tan bien combina con los revoloteantes buitres, la sangre y la arena: el puro, amenazador y despiadado azul mexicano. Me gustó Ciudad de México desde la primera vez que la visité. En 1949 era un lugar barato para vivir, con una enorme colonia extranjera, fabulosos burdeles y restaurantes, peleas de gallos y corridas de toros y cualquier forma imaginable de diversión. Un hombre solo podía vivir bien allí por dos dólares diarios. El juicio en Nueva Orleans por tenencia de heroína y marihuana parecía tan poco prometedor que decidí no acudir a la cita del tribunal, y alquilé un apartamento en un barrio tranquilo de clase media de Ciudad de México...Sabía que por la ley de prescripción yo no podía volver a los Estados Unidos durante cinco años, así que solicité la ciudadanía mexicana y me matriculé en algunos cursos de arqueología maya y mexicana en el Colegio de Ciudad de México. La pensión me pagaba los libros y las clases, y me dejaba una mensualidad de setenta y cinco dólares. Pensé en dedicarme a la agricultura, o quizá abrir un bar en la frontera con Estados Unidos .... La ciudad me atraía. Los barrios bajos no tenían nada que envidiar a los barrios bajos de Asia en cuanto a suciedad y pobreza. La gente cagaba en la calle y después se acostaba encima mientras las moscas le entraban y le salían de la boca. Algunos emprendedores, entre los que no eran infrecuentes los leprosos, hacían fogatas en las esquinas de las calles cocinaban unos revoltijos horribles, apestosos, indescriptibles, que ofrecían a los transeúntes. Los borrachos dormían directamente sobre las aceras de las calle principal, y ningún policía los molestaba. Me pareció que en México todos dominaban el arte de no meterse en las cosas de los demás. Si un hombre quería llevar un monóculo o usar bastón, no vacilaba en hacerlo, y nadie se volvía para mirarlos. Los niños y los hombres jóvenes andaban por la calle de brazo y nadie les prestaba atención. No era que a la gente no le importara lo que pensaban los demás; pero a ningún mexicano se le ocurriría aceptar la crítica de un extranjero, ni criticar el comportamiento de los demás...México era fundamentalmente una cultura oriental que reflejaba dos mil años de enfermedad y pobreza y degradación y estupidez y esclavitud y brutalidad y terrorismo psíquico y físico. Era siniestro y sombrío, con el caos especial de un sueño. Ningún mexicano conocía de verdad al prójimo, y cuando un mexicano mataba a alguien (lo que ocurría a menudo), era por lo general a su mejor amigo. Todo el que quería llevaba un arma, y leí acerca de varios casos en los que policías borrachos, al disparar a los asiduos de un bar, eran a su vez tiroteados por civiles armados. Como figuras de autoridad, los policía mexicanos estaban a la misma altura que los conductores de tranvía..."