domingo, 30 de noviembre de 2008

Entrevista Dr. Hinestrosa en el Espectador

La gente no ha aprendido a ser libre o a respetar al otro”

Por: Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador
El profesor Fernando Hinestrosa cumplió hace poco 45 años en la rectoría de la Universidad Externado, un récord difícil de igualar. Contesta preguntas sobre las similitudes entre la época de Núñez y la política de ahora. Asegura que a muchos les parece “lo más natural” la exaltación del autoritarismo y no pueden aceptar un Estado tolerante y respetuoso de las diferencias.

Fernando Hinestrosa
Foto: Gabriel Aponte - El Espectador
Su orgullo es “haber alcanzado el respeto y el aprecio de la ciudadanía y de los medios académicos, dentro y fuera de mi país”.

Se requiere la más sólida resistencia y formación humanista para aguantar 45 años en el mismo cargo. Sobre todo, si se trata de uno que, aunque en apariencia sea sosegado, conlleve tantos problemas como la dirección y manejo de una universidad. No hay que buscar en las estadísticas del área para deducir que Fernando Hinestrosa, ex ministro de Justicia de Carlos Lleras Restrepo, ex embajador en Roma, miembro de varias academias de Historia y de la Lengua, y colegiado y ex presidente de las más renombradas asociaciones de juristas del mundo, ostenta el récord de permanencia en la rectoría de un centro universitario.

El suceso fue celebrado sin ostentación ni invitados extraños hace unos días, en el campus del Externado y solo con estudiantes, profesores y ex alumnos. Entre estos, muchos ilustres personajes que dentro de la universidad no tienen otro título que el de condiscípulos de la comunidad académica: los más prestigiosos abogados de la actualidad; ministros de Estado, gobernadores, alcaldes, parlamentarios, procuradores, magistrados de las altas cortes y fiscales. El peso de la Historia también estuvo presente con aquellos que soportaron la persecución política en diferentes épocas, por el ‘delito’ de defender las libertades: los mandatarios de Estado Santiago Pérez, Salvador Camacho Roldán, Froilán Largacha; y luego, Alberto Lleras y el venezolano Raúl Leoni, entre otros.

Sin embargo, ése no es el orgullo del profesor Hinestrosa. Es uno más elemental: “haber alcanzado el respeto y el aprecio de la ciudadanía y de los distintos medios académicos, dentro y fuera de mi país”, como respondió a un interrogante que le planteé. Todos quienes lo conocen saben que detrás de su talante siempre cordial, existe una personalidad recia y sin complacencias elásticas en materia de principios. Por eso no es extraño que, pese a que guarde prudente silencio frente a algunos temas políticos, su comportamiento profesional indique distancia y profundo desacuerdo con ciertos acontecimientos nacionales. En esta entrevista no traspasa el límite de la prudencia y varias veces me contestó con su silencio. Pero es claro que aplicó el dicho aquel que inicia con la siguiente frase: “a buen entendedor…”.

Cecilia Orozco Tascón.- La fundación del Externado, hace 122 años, estuvo ligada al liberalismo Radical, y surgió como reacción a la dictadura de Núñez. Éste, en un discurso de 1885 dijo que “las repúblicas deben ser autoritarias so pena de incidir en permanente desorden y aniquilarse en vez de progresar”. Muchos analistas ven similitudes entre esa época y la de ahora ¿Usted también?

Rector Fernando Hinestrosa.- Me pregunta usted por la creación del Externado. Desde los propios albores de la república independiente de la Nueva Granada, se planteó una contraposición de filosofías y concepción del mundo: centralismo y autoritarismo (versus) autonomía y libertad. Ésa fue la primera guerra civil: las provincias unidas (contra) el centralismo de Santa Fe de Bogotá. Esto se ha mantenido. Los periodos de libertad y de autonomía han sido más breves que los del autoritarismo. La solución de puño fuerte, mano dura, es la que más le gusta al que tiene el poder, para quien las disidencias son subversivas, incómodas y vuelven ingobernable al país. Aquí se ha tejido la leyenda negra de la federación y el Radicalismo. Los males de la República se le atribuyen a la Constitución del 63, de la que se ha hecho mofa. No paran las abalanzas a Núñez, y hablan de él como de quien rescató la unidad del país y de Caro, como de quien metió a las disidencias y ‘guerrillas’, en cintura.

C.O.T.- ¿Por qué cree que unos ‘notables’ políticos de hoy critican la Constitución del 63 y parecen tener nostalgia de Núñez?

R.F.H.- La Constitución del 63 que sustituyó a la Confederación Granadina del 58 tiene que ser analizada a la luz de las circunstancias. Mosquera, arbitrario, dictador de suyo, era el jefe de los ejércitos revolucionarios triunfantes. La Convención de Rionegro tenía que controlarlo. Veía el peligro, que se realizó en su nueva Presidencia. Y hubo de ser depuesto en 1867. Hay que analizar algunas de las cláusulas del 63 que contenían tesis excesivas en cuanto a la soberanía de los estados. El resto, es el periodo radical de impulso a la educación; autonomía de las regiones, de las provincias, de los estados, y por consiguiente de las personas; de desarrollo económico, vías y medios de comunicación, creación de bancos, fomento de la riqueza, y laicismo. El Partido Conservador, con su actitud intransigente, no podía permitir la educación laica ni la autonomía, como no fuera la de Antioquia, donde era mayoría. Vino la guerra del 76 - llamada religiosa - que fue derrotada. Pero ya allí, Murrillo Toro presentía lo que vendría: un Núñez que siempre prefería eliminar a sus contendores, maltratarlos, derrotarlos al costo que fuera. Jugadas políticas – como las que hemos visto en tantas oportunidades en época reciente - conducen a la Presidencia a Julián Trujillo, que le abrió el campo a Núñez. Éste, ya Presidente, entró a ejercer su desquite con los liberales radicales que le habían cerrado el paso y se entregó a los conservadores. Vino la terrible guerra del 85 con su más desastrosa operación…

C.O.T.- Se refiere al triunfo de Núñez y a la derrota de los radicales en la Batalla de la Humareda…

R.F.H.- Así es. Fue un yerro inexplicable. En lugar de dejar a los ejércitos conservadores en la selva, se expusieron (los radicales) a ser carne de cañón. Allí se acabó la revolución y perecieron cuántos, y cuántas figuras. Qué satisfacción para Núñez, quien al saber el resultado de la Humareda dijo la frase: “la Constitución de Rionegro ha dejado de existir”. Pensemos en lo qué significa un gobernante derogando por medio de un discurso la Constitución, para enseguida presentar las bases de una nueva, autoritaria, que establecía un régimen cesaropapista con el apoyo irrestricto de Caro. La iglesia en todas sus manifestaciones, cogobernaba, por no decir, gobernaba. El punto central era la eliminación de todas las libertades: la de expresión, la de comunicación, la de educación, la de conciencia. El partido Radical fue derrotado, humillado, perseguido. Esa era la situación.

C.O.T.- ¿Cómo nace, entonces, el Externado?

R.F.H.- Como una respuesta al absolutismo. Hubo expulsión de profesores de la Universidad Nacional y del Colegio del Rosario; orden de inspección de textos, y exigencia de aprobación del profesorado y textos por parte de la respectiva autoridad eclesiástica en todos los establecimientos públicos de educación. Vino 1886. Nicolás Pinzón, abogado, escritor y periodista, y quien había participado en la guerra del 76, funda una institución autónoma que se llamó Externado porque para entonces en Francia y Alemania existía la corriente de educación abierta, frente al colegio de puerta cerrada. Convoca a los profesores expulsados para darles oportunidad a ellos y a los hijos de los liberales, con los principios de solidaridad absoluta, espíritu de cuerpo y compromiso con la libertad de educación. El 15 de febrero de ese año comienza a andar la idea. El plan de estudios se concibió como positivista, abierto, con idiomas, matemáticas, contabilidad, etc., y con la carrera de Derecho y bachillerato, que en ese entonces se llamaba literatura.

C.O.T.- Su propia familia fue protagonista de esa historia. ¿Fue perseguida?

R.F.H.- Todos los radicales fueron perseguidos. Entre ellos estaba mi padre. Mi abuelo, que había sido alcalde de Bogotá a los 22 años, tenía prestancia dentro del partido. Entonces mi padre fue objeto de mayor encono.

C.O.T.- ¿La propia universidad sufrió persecución?

R.F.H. Sí. Mi padre me dio cuenta de ocasiones en que la policía llegó a la puerta del Externado con la intención de suspensión. Expresión de esa época es el destierro de don Santiago Pérez, para entonces rector del Externado. Muerto el doctor Pinzón, palideció la universidad. Y desde 1895 vinieron a ocupar su lugar otras instituciones, ante todo, la Universidad Republicana, hasta 1918. Estudiantes y profesores le pidieron entonces a Diego Mendoza Pérez que asumiera la rectoría. Y así renació el Externado con su culto a la libertad, a la democracia y a la ética radical. Pero en épocas más recientes, en el año 53, otra vez pensamos que se iba acabar la universidad porque sentimos de nuevo la persecución del régimen del momento. Muchas familias liberales decidieron, por eso, enviar a sus hijos a otras instituciones donde podían tener protección.

C.O.T.- ¿Quisieron pasar de agache, como se dice vulgarmente?

R.F.H.- No digo más.

C.O.T.- Regreso al presente, y vuelvo a la pregunta inicial: ¿Qué relación establece entre esas duras épocas y la de ahora, cuando se promueven nostalgias por Núñez?

R.F.H.- En general, el mundo está en un periodo adverso y perverso de reescribir la historia. La del siglo XIX del periodo radical fue reescrita por los victoriosos. Es como la historia de Roma escrita por los cristianos. Un ministro japonés acaba de caer porque quiso reescribir la historia del Japón en la Segunda Guerra Mundial. En Italia, el régimen ha venido haciendo lo mismo para poder pintar a Mussolini como inocente. Es la historia de la historia contada por los gatos que, a su manera, resultan inclusive vegetarianos.

C.O.T.- ¿Será que estamos regresando realmente al pasado?

R.F.H.- La nostalgia del autoritarismo, del conductor, del Duce, es una manía muy incrustada. El respeto a la individualidad se ve como perverso y malsano. Lo que importa es el rebaño. Por eso, el símil del pastor y la grey es universal se emplea en religión, en política, en la familia. El autoritarismo exalta al ‘pater’, al ‘padre de la patria’, al ‘salvador’. Cuando hay dificultades, incertidumbre e inseguridad, se busca refugio.

C.O.T.- ¿Por qué parece el país patinar siempre en esa fórmula?

R.F.H.- El credo de libertad, el culto a la democracia de autonomía, es difícil. Así como la gente prefiere la recomendación y la intriga al concurso, prefiere la solución fácil del caudillo, a la autonomía. Y es muy fácil desacreditar la democracia diciendo que es ingobernable. Entonces, vamos todos tras del flautista de Hamelin.

C.O.T.- ¿Lo estamos haciendo hoy?

R.F.H.- (Silencio)

C.O.T.- Hay ciertas similitudes que he notado en detalles en uno y otro tiempo. Por ejemplo, en la época de Núñez se hablaba de…

R.F.H.- … Regeneración o catástrofe…

C.O.T.- Sí señor. A mí me suena a catástrofe y a hecatombe.

R.F.H.- Uno no puede, con toda sinceridad, asimilar criterios. Yo veo otras maneras de restringir libertades, distintas de la fuerza de antaño. Claro que entonces no fue solamente la fuerza sino la compra de conciencias con contratos, con favores a los áulicos. El caricaturista de la época pintó en una escena, el árbol de la Regeneración. De ahí caían las bellotas y los cerdos las comían. Pero hoy, existen otros factores muy distintos.

C.O.T.- ¿Cuáles?

R. F.H.- Hay algo muy significativo: el siglo XX, que fue el siglo del totalitarismo -y muchas de las expresiones que yo pueda usar están marcadas por ese signo de la persecución y el exterminio del contendor-, concluye con un grito de libertad y de consideración de los derechos humanos. El lema de derechos respecto de la dignidad humana, ha avanzado enormemente. Hoy no se puede vulnerar derecho fundamental, y menos masivamente, sin que todo el mundo se entere de ello. Los medios de comunicación y la posibilidad de que simultáneamente en todas partes esté la escena de la violación, así como la existencia de grupos militantes de los derechos humanos, establecen la diferencia porque hay sensibilidad y solidaridad.

C.O.T.- ¿Disminuyen las violaciones por el control externo?

R.F.H.- No me refiero solo al ‘coco’ de la Corte de justicia internacional, sino a algo más espectacular: los diversos mecanismos de denuncia. Claro, se pueden mencionar unas cuántas excepciones y están ahí a la vista. Pero hoy, las posibilidades de defensa individual y colectiva de las libertades son mucho mayores.

C.O.T.- Aún así, no deja de haber síntomas preocupantes en el país. Por ejemplo, el regreso a la educación religiosa obligatoria. ¿No es ése un retroceso en el tema de la tolerancia?

R.F.H.- En muchos puntos, la gente no ha aprendido a ser libre o a respetar al otro. Cree que imponerles a los otros su ideología o su fe, es su derecho; y que la proclama de la libertad, comenzando por la de conciencia, es malsana y no debe ser permitida; en cambio opina que debe haber una ortodoxia, una religión oficial, así no confiese su nombre, como también una ortodoxia política que viene con la reescritura de la historia. Cuánta gente que no llegó a aprender la libertad; que no sabe ni puede aceptar lo que es un Estado laico, tolerante, respetuoso de las diferencias de los ciudadanos, le parece lo más natural la exaltación del autoritarismo. El laicismo no es hostilidad ni persecución de la religión, sino respeto por la libertad de conciencia, que está por encima de la libertad religiosa.

C.O.T.- Es paradójico que mientras el mundo avanza en la cultura de derechos humanos en el mundo, en Colombia poco nos preocupemos por las libertades o por las instituciones ¿Hay un retroceso o un estancamiento en esa materia?

R.F.H.- Cuando hay peligros, amenazas grandes, la gente va a lo que considera fundamental en su existencia y está dispuesta a pagar el precio que sea. Lo hemos vimos en las preguerras; en los conflictos de guerra fría y en los internos en los distintos países y continentes: la eliminación del enemigo o de la amenaza, están por encima de todo. Después vendrán las amnistías, las leyes de perdón y olvido. No es de sorprender que pase como en la fábula de Michín: “mamita dame palo pero dame qué comer”. Aquí decimos “dame seguridad y estabilidad pero dame tranquilidad”.

C.O.T.- Por tener seguridad ¿Cree, como algunos analistas lo piensan, que el país ha retrocedido muchos años de fortalecimiento en instituciones?

R.F.H.- En materia de fortalecimiento de las instituciones, sí pero con toda sinceridad, para mí es significativo el hecho de que, así sea por razones diferentes, hayan llevado a un punto de unidad nacional en cuanto a la censura de las violaciones vergonzosas de los derechos humanos a las que hemos asistido. Celebro que se hayan reconocido recientemente y espero que eso marque un hito.

C.O.T.- Alguien dijo de usted, que era el último radical. ¿Le gusta o le molesta ese título?

R.F.H.- Me molesta el término ‘último’ porque nunca ha sido fácil mantener nuestros principios y valores en medio de las tormentas, pero, al mismo tiempo, son muchos los que sienten nostalgia o vergüenza de no haberlos practicado. Algunos dicen que somos altaneros. No es cierto. Somos altivos que es diferente, porque nuestra columna vertebral son los principios.

C.O.T.- ¿Es cierto que el Externado es muy estricto, incluso con sus ex alumnos?

R-F.H.- Hay un punto que siempre resalto y es que en el Externado hay una marca de fábrica. Somos una comunidad de personas libres que coincidimos en los principios ideológicos, éticos, cívicos, pero no somos una cofradía. Nos entendemos, nos respetamos; somos solidarios y también vigilantes. A mí me la cobraron recientemente por haber dicho que la gente del Externado, no por ninguna orientación de nadie, sino como una reacción espontánea, no perdona las faltas a la honradez, al carácter, o al temple nuestro. Respetamos al otro pero no le alcahueteamos a nadie.

C.O.T.- ¿A quién se refiere?

R.F.H.- Solo le digo que quienes han escalado a lo largo de nuestra historia, posiciones altas del Estado en las distintas ramas del poder, que es lo más visible, lo han hecho por sus propios méritos, no por movimientos solidarios, o acciones de la universidad. Y no estoy comparándome con nadie. (sonrisa).

C.O.T.- ¿El Partido Liberal de hoy representa a los radicales de entonces?

R.F.H.- Mucho me temo que no.

“Desdén por el poder”

Alfonso Gómez Méndez, alumno y profesor del Externado, definió así al rector de su universidad: “Fernando Hinestrosa podría describirse como gran educador, humanista (categoría en vía de extinción), estudioso, disciplinado y denso expositor. Así como el maestro Echandía decía que podía darse el lujo exquisito de ser pobre, un intelectual de valía como Hinestrosa puede darse el de mirar desde su altura, con un inocultable desdén, a los poseídos por el demonio del poder.

Habiendo surgido el Externado como el refugio de los liberales radicales derrotados por Núñez - un liberal arrepentido entregado a los conservadores -, con quienes inició la “regeneración” por fuera de los sectarismos y de la militancia electoral, Fernando Hinestrosa ha mantenido su lealtad a los principios liberales, los mismos que les inculca a sus alumnos. Tolerancia, respeto al otro, separación entre iglesia y Estado, creencia en las fórmulas jurídicas para la resolución de conflictos, coherencia entre lo que dice, piensa y hace.

Éstos han sido los valores de su vida. Su liberalismo nada tiene que ver con el oportunismo reinante, ni con quienes por puestos hacen alianzas con las fuerzas de derecha; o con quienes, por las mismas razones, se hacen los de la vista gorda cuando aparecen los corruptos o los violadores de los derechos y las libertades públicas. El maestro, como lo decimos sus agradecidos alumnos, es, en fin, una afortunada síntesis de Lleras Restrepo, López Michelsen y Darío Echandía”.

El Externado, víctima del holocausto del Palacio

C.O.T.- ¿Es cierta esa opinión generalizada que existe en los círculos políticos, de que los externadistas se tomaron el poder judicial?

R.F.H.- Esa conseja se regó malsanamente y con mezquindad cuando ocurrió el holocausto del Palacio de Justicia.

C.O.T.- Ese era mi tema siguiente: el Externado sufrió una gran pérdida cuando el M-19 se tomó el Palacio de Justicia.

R.F.H.- Numerosos egresados y profesores nuestros fueron inmolados allí. Entre ex alumnos y profesores fueron doce, además de otros que resultaron heridos, pero ninguno estaba allí por intrigas o por componendas.

C.O.T.- Si me lo permite y pese a lo sensible del tema, me gustaría que me hiciera una reflexión sobre lo que significó para usted como rector, el día la inmolación.

R.F.H.- Puedo decir que partió la vida en dos. Es un sentimiento del dolor más profundo por la forma como ocurrió la muerte de todos ellos. Fue como si nos hubieran cercenado miembros del cuerpo. Pero además esa tragedia sucedió la víspera de nuestro centenario. Por eso procuro no rememorar esos hechos, no por olvidar sino por no evocar lo que me produce amargura.

C.O.T.- ¿Es por eso por lo que las ceremonias anuales en la universidad son tan discretas?

R.F.H.- Es porque no estamos explotando nuestro dolor, ni explotando a nuestras víctimas. Debemos respetarlas, e impedir indebidos aprovechamientos externos.

Examenes finales... una correría

Definitivamente esta es la parte más jarta y aburrida de ser profesor, no hay término medio, o eres ¨una madre¨ y los pasas a todos, así los estudiantes no hubieran cumplido con sus obligaciones de estudiar, o eres un ogro o un monstruo peludo que realmente no les tienes consideración. El profesor indefectiblemente tiene que calificar y medir las capacidades de los estudiantes. Los exámenes son orales y por ende dependen muchas veces de la fortuna o del golpe de suerte, pero de lo que se trata, en verdad, es de medir que se tiene conocimiento sobre las temáticas enseñadas y velar porque se aprenda, comprenda desde una visión crítica y no memorista, como ha venido siendo usual en los estudios de derecho.

Sin embargo, en los examenes siempre hay un grado de subjetividad que no se puede determinar, como el de los jueces al juzgar. En los exámenes que hago trato de autolimitarme con test de razonabilidad, como el darles un cuestionario previamente acordado, hacer una clase anteriormente al examen en donde respondamos conjuntamente las preguntas del cuestionario, que los examinados saquen al azar las preguntas para evitar la subjetividad en la pregunta, hacer dos preguntas cada una con su calificación, así como subir o bajar puntos por presentaciones de cuadernos y exposiciones. Un poco paternalista el método pero me parece que ha dado resultado para los alumnos de primer año que empiezan a identificar un nuevo lenguaje y a ¨contaminarse¨ con las reglas y principios de la profesión.

Lo de la correría es inevitable, los estudiantes se juegan el año y si pierden el examen muchas veces hay que recurrir a la súplica de pasillo. Este año no fue la excepción, hay que escuchar, porque a veces hay circunstancias excepcionales que a veces uno tiene que valorar: que me operarón de una muela y al dentista se le quedo un pedazo de seda en la intervención, que tengo una clase de enfermedad epiléptica o de la tiroides cuyos medicamentos me impiden dejar de tener nervios en los examenes y por eso me bloqueo, que circunstancias familiares o la recurrida ¨calamidad doméstica¨ impidieron que hiciera un mejor examen, etc.

Luego si pierden la prueba, inevitablemente se encontrará uno con caras lacrimosas, con súplicas en el pasillo, en el baño, en la cafeteria de las cuales tiene uno que huir, especialmente cuando se padece de conmiseración y de lástima. Hay que ser fuerte y soportar el cargo de conciencia, que en realidad deberían tener ellos por no cumplir con su labor. El año pasado cuando salía de un examen final a las nueve de la noche un domingo lluvioso y solitario, llegó al salón un padre de familia compungido y reclamante pidiéndome ¨cómo podríamos arreglar¨ que su hijo no hubiera respondido nada en el examen. Para mí la situación fue intimidante y tuve que huir y casi recurrir a los vigilantes de la Universidad para que me ayudarán a escapar del acoso. Esta táctica ahora en instancias universitarias parece ser el último recurso de un estudiante vago que reclama que la culpa la tiene el profesor por no haberle puesto al menos un dos o dejarle repetir el exámen extemporáneamente.

Ser profesor en instancias finales requiere de estómago de hierro, ceño fruncido y tácticas de escapismo. Lástimosamente en esta profesión no se puede dejar a todo el mundo contento, pero es que a veces, y especialmente en primer año, se encuentra uno con estudiantes obligados o presionados a estudiar lo que no les gusta, con estudiantes decididamente vagos, que pueden pasar por suerte o por su elocuencia, pero que al final se desintegra su locuacidad ante una pregunta de criterio o de cuestiones de técnica jurídica o simplemente con estudiantes de derecho que deberían estudiar otra carrera.

Comprensión para los profesores en finales, nos toca llevar el cargo de conciencia de que algunos pasen una mala navidad. No soy de los que rajo en exceso, pero en esta instancia se me pide que califique y valore la enseñanza impartida y el respeto por mi profesión y oficio me obliga a cumplir con este lastimoso deber.