Leyendo un buen libro "Obesos y famélicos: el impacto de la globalización en el sistema alimentario mundial" (Barcelona, Lucrecia, 2008) de Raj Patel me encontré que Colombia no ha sido la única que ha sufrido los peligros de la economía mundial con relación a sus agricultores y ganaderos en el mundo debido a la globalización (Léase Tratados de libre comercio sin restricciones de países más desarrollados e industrializados). Patel tiene un capítulo dedicado a la historia de Lee Kyung Hae, el ganadero que decidió suicidarse en la Cumbre de la OMC de 2003 en Cancún acosado por las deudas de los préstamos recomendados por su gobierno para competir con la carne que venía de Australia.
Dice Patel lo siguiente con relación a la historia de Lee
"El 10 de septiembre de 2003, en la conferencia ministerial de la Organización Mundial del Comercio en Cancún, Lee Kyung Hae, un granjero y líder campesino, trepó una cerca de las barricadas detrás de las cuales se celebraban las reuniones. Abrió una navaja roja, gritó "la OMC mata agricultores" y se apuñaló en el pecho. Murió a las pocas horas. Durante los días siguientes desde Bangladesh hasta Chile, de Sudáfrica a México, decenas de miles de campesinos llevaron luto y marcharon en solidaridad al grito "Todos somos Lee" a fin de lograr apoyo nacional para la agricultura.
Lee vivía la vida de un activista. En 1987, fue uno de los líderes en la fundación de la Asociación Coreana de Agricultura Avanzada. Su granja, llamada Seúl, en Jangsu, Corea del Sur, estaba en tierra ingrata, desde luego no el tipo de tierra en donde los vecinos de Lee pensaban que podría satisfacer sus modestas ambiciones de ganadero. Había estudiado agricultura en la universidad, donde conoció a su futura esposa, y luego volvió para sacar adelante su granja. Instaló un pequeño teleférico para subir el heno por la colina en invierno; electrificó los alambrados; se lanzó de lleno al terruño y a su propiedad. La granja Seúl se convirtió en una escuela de formación y, en 1988, las Naciones Unidas lo reconocieron con un premio por el liderazgo mundial.
Podría haber terminado con un final feliz, pero el gobierno coreano decidió levantar las restricciones a la importación de carne vacuna australiana. El gobierno australiano ha apoyado mucho la industria de exportación de la carne - Australia es el mayor exportador de carne vacuna del mundo - y la concesión de incrementar las ventas a Corea fue una victoria no sólo para las corporaciones australianas como Stanbroke y AustrAG, sino también para las grandes empresas de distribución como Cargill Australia y Nippon Meat Packer, que responden a intereses norteamericanos y japoneses, respectivamente. El gobierno coreano sabía que el precio del ganado iba a caer con la entrada de carne de vaca australiana barata, y por lo tanto incentivó a los productores coreanos a que aumentaran el tamaño de sus cabañas a través de préstamos. Siguiendo los consejos del gobierno, esto fue lo que hicieron los Lee. Pero el precio de la carne siguió siendo bajo, y para poder pagar los intereses de los préstamos tuvieron que vender vacas. Pese a que achicaban su cabaña a razón de unas pocas cabezas por mes, y usaban el dinero para devolver los préstamos, los Lee no lograron conservar su granja. Al final, Lee Kyung Hae la perdió. Por primera vez, alguien lo vio llorar. La familia lo encontró en un cine, preso de las lágrimas, avergonzado de ser visto en su dolor" (p. 42 y 43).