jueves, 28 de febrero de 2008

Relato sobre tortura

Este post va dedicado a mis alumnos de quinto año de Filosofía del derecho, con los cuales discutiamos ayer sí era viable justificar e incluso legalizar la tortura. Siempre he insistido en que no se puede justificar lo injustificable con razones de ninguna índole... En 1979, el M- 19 había robado en el Cantón Norte más de 5.000 armas del ejército cavando un túnel, la operación fue un éxito para el grupo guerrillero, pero después vino la represión hacia el grupo y la utilización de la tortura para hallar las armas... Las torturas se realizaban en su mayoría en la escuela de caballeria de Usaquén y se mantenían a los "prisioneros" vendados y atados, sin alimentación, sueño y bebida, utilizando las caballerizas como celdas... Todavía los colombianos no hemos lavado nuestras culpas y estos hechos horrendos no figuran en los libros de historia, pero sucedieron. Aquí el testimonio de Vera Grabe cuando fue apresada y torturada por el ejército:
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"Es difícil creer que las torturas existen en el mundo real, a menos que las hayas vivido y muy de cerca. Si se lo cuentas a alguien que no lo ha vivido en carne propia, te puede creer, pero le parece ficción, y le asalta un extraño morbo por saber detalles: cómo fue, por cuánto tiempo, qué te hicieron…. Tanta gente los ha vivido, y en esencia siempre es lo mismo. No importa el país, ni la época. Es una larga cadena, caso tras caso. Pero así tu nombre se incorpore a las largas listas donde se pierden los rostros, cada uno es una persona que se enfrenta a una antigua y primitiva práctica inhumana, sustentada en el dolor, la humillación, en quebrar voluntad, lealtad y fe de los seres humanos. Y pone en jaque su fe religiosa, la lealtad a sus amigos, el amor a su pueblo, a su convicción política. Cada caso es una denuncia. Pero también el testimonio de una batalla ética y afectiva (…) Y empieza el ritual: me vendan los ojos, me aprietan las esposas, y me quitan la ropa sin otro fin que romperme a punta de frío, cansancio, dolor y humillación. El interrogatorio es siempre lo mismo, se repite; Cómo se llama, qué hace, qué sabe, hable del M-19. Y ese nombre tan raro, ¿No será falso? Me agarran del pelo, y vienen otros a examinarlo ¿Pero ese pelo sí es de verdad? No puede ser, mono y crespo, debe ser una peluca… Me preguntan por las Brigadas Rojas alemanas, y por qué esos sellos de Panamá en el pasaporte (…) Ni una gota de agua, ni un bocado de comida y nada de sueño. Durante los diez días que otorgaba el perverso artículo 28 de la Constitución de 1886, que tenían para disponer al detenido… Diez días con diez noches. Todo esto como una película en la que un montón de escenas se superponen, se juntan, se invierten, sin saber qué es primero y qué después… Todo está diseñado para debilitar el cuerpo, mediante el dolor, el hambre, la sed, el cansancio, y la mente con preguntas, humillaciones, amenazas, chantajes… Lo único claro para mí es que la oscuridad, la debilidad, los golpes y vejaciones van en aumento, mientras el cuerpo lo siento cada vez menos, sin noción de espacio y tiempo. También tengo claras las sensaciones de frío de las celdas en las caballerizas, de la desnudez, del contacto de mis pies desnudos cuando me sacan de noche a caminar al aire libre, sobre pasto, barro, piso de cemento. Es como sí siempre hubiera otro frío más grande, en una escala hacia el infinito. Y diez mil veces las mismas preguntas, gritos e insultos, en un vértigo de nunca acabar. Es inevitable que algo muy adentro me hace dudar del ser humano, difusamente. Por qué tanto ingenio milenario empleado en hacerse daño no se invierte para bien (…) Hay escenas definidas imborrables. Preguntas precisas. Aun cuando estoy vendada, siento el paso y las voces de varios tipos: dos parecen sostener un tubo donde me cuelgan de las esposas, otros dos o más me dan golpes por todo el cuerpo. Y las mismas preguntas: Usted qué hace, qué es en el M- 19, dónde están las otras armas, dónde esta Bateman, dónde esta la espada… Si habla, la dejamos en paz, pero si no, esto cada vez va a ser peor (…) En la noche de Halloween, llegan dos hombres con un espantoso tufo a trago y una enorme grabadora. Bueno, acá vamos a tener nuestra propia noche de brujas, dicen. Ponen música rock a todo volumen y empiezan. Me pellizcan los senos, me abren las piernas y me golpean los genitales con una toalla mojada. Hasta que se aburren… Y vuelven. Ya debe ser de mañana. Los mismos pellizcos, amenazan con violarme, me golpean el vientre, mi tiran al piso y me meten un palo en la vagina. Sangro y tengo dolores en el vientre por mes y medio. Pienso mucho en María Etty, una compañera de diecisiete años de edad a quienes violaron ocho tipos durante la detención. Una mujer violada es un ultraje para todas. Es la violación como arma de guerra (…) Una noche oigo los gritos de Álvaro. Está en una celda cercana. En otra, mientras me sacan al recinto donde va a empezar la sesión nocturna, alcanzo a verlo: lo llevan de vuelta a la celda, desnudo, flaco, atrozmente golpeado. Y cuando regreso a mi celda, empiezo a cantar a toda voz, todo lo que me atraviesa por la cabeza, canciones de mi niñez, boleros, cantos rebeldes, el himno de la alegría, para decirle a él que estoy viva, firme y bien. Y que estoy con él. Un vez más compruebo el valor de la música y les doy gracias a mis padres por haberme entregado ese tesoro."(Vera Grabe, Razones de vida, Bogotá, Planeta, pp. 92 – 94)