Hacía un Diálogo entre el Derecho y la Literatura
Por: Fernando Vargas ValenciaHablar del diálogo entre Literatura y Derecho, situación análoga a la que planteaba PLATÓN entre Polis y Poeta (donde la posición de PLATÓN en un principio era la de incompatibilidad entre una y otro), lleva al abogado o al juez a pensar en la razonabilidad de la justicia. La literatura ha asumido a la justicia como un tema central de preocupación que trasciende lo puramente emocional y que funda una racionalidad plural, que en primera medida se expresa como crítica a la razón instrumental que fundamenta las categorías jurídicas.
Varios autores, principalmente en Norteamérica, han reflexionado sobre la producción de “Derecho y Literatura” como una disciplina para algunos en formación y para otros en estado crítico. Desde RICHARD POSNER (2002), se vislumbra que las relaciones entre los textos literarios y los textos jurídicos son más estrechas de lo que pueden llegar a considerar los pensadores del Derecho. Actualmente, la literatura como estructura dinámica significativa en la visión del mundo jurídica, tiene un mínimo de conciencia posible: la provisión de elementos para el enriquecimiento del componente ético del derecho.
Para la literatura, la aspiración de Justicia se expresa como principio ético irrenunciable. Algunos autores, desde la perspectiva del pensamiento académico del derecho, han denominado a esta particularidad de la relación derecho-literatura, “admisión de la imaginación ética” (YOSHINO, 2006). Esta “admisión”, viene expresándose como fuente de planteamientos críticos a la prueba geométrica de la justicia. El cálculo, la inducción técnica ley-realidad, la visión de lo real como una geometría incontrovertible, hacen que la decisión pública sea un ejercicio que no decide, que está tomado desde antes, y que pervive en la paradoja.
Para la literatura que habla de la justicia, sobre la cual considero inoportuno hacer exégesis (estará en el lector la búsqueda inconmensurable cuyos nombres son a un tiempo recordación y percance), el cuestionamiento a la racionalidad imperante se fundamenta en el carácter paradójico de la relación real que tienen los hombres con su aspiración de justicia. La paradoja a su vez, estructura genéticamente el ejercicio del poder político, porque como escribió JOSÉ MARTÍ, "el poder no es más que el respeto a todas las manifestaciones de la justicia" (MARTÍ, 2006). La metáfora de la geometría y la paradoja, ha pervivido desde siempre en la cultura de Occidente y la imaginación empática de la literatura ha insistido en ella, como arquetipo y como imagen de una aspiración de justicia que es fidelidad al sueño ciudadano y su representación que se desenvuelve como crítica a la provisionalidad unilateral de la ley. En palabras de EZRA POUND, “creo en la ley, cuando ésta sea discernible; en la destrucción de cuanto convencionalismo impida u oscurezca la claridad de la ley o la interpretación precisa del impulso” (POUND, 1970: 16).
Desde PLATÓN, el discurso racional se sobresalta y funda su imagen sobre el ocultamiento o postergación de la emoción y el impulso. Es por ello que la geometría de la expulsión de los poetas imitadores de la ciudad platónica, ha servido como argumento para erradicar alguna relación posible entre el derecho y la literatura. Derecho, componente de la parte racional del alma; poesía, espacio informe que se dirige a la parte “menor” del alma y que da cuenta de la fragilidad del bien. Pero olvidan los defensores del destierro, que la justicia en PLATÓN es equilibrio, trazado desde y en la poesía, por cuanto se convierte en el diálogo entre razón, emoción e impulso, donde “los tres aspectos (son) necesarios para la progresión hacia el bien” y “están integrados, (toda vez que) la meta no es eliminar a ninguno de ellos sino armonizarlos a todos” (YOSHINO, 2006:24).
Esta armonía es la insistencia de NUSSBAUM, que da cuenta de la razonabilidad de la justicia en un estado de cosas donde las emociones son atacadas por una racionalidad pública que se agota en su propia geometría uniforme que en su flexibilidad formal, se desliza únicamente en las superficies. Por ello, la autora insiste en la imagen de los poetas como jueces (NUSSBAUM, 1997: 115). Es un primer paso en el que el retorno del poeta a la República, es el retorno de la emoción y de una justicia más humana y por ende razonable. HÖLDERLIN soñó estas palabras que insisten en la explosión de las geometrías intelectuales y en la justicia como equilibrio compasivo: “(el poeta) sabe distribuir los bienes preciosos de la tierra, enlazando lo próximo con lo distante” (HÖLDERLIN: 1995). La justicia, seguridad de lo cambiante, se expresa para el poeta como concepción normativa del equilibrio entre la metáfora de la geometría y su explosión. En palabras de WALT WHITMAN, “(el poeta) no juzga como el juez, sino como el sol lamiendo una criatura indefensa” (Citado por NUSSBAUM, 1997: 116).
El juicio igualitario, que se desprende de lo evocado a través de HÖLDERLIN y WHITMAN es, en palabras de NUSSBAUM, un “juicio flexible y contextual” que “no es una concesión a lo irracional, sino la más cabal expresión de lo políticamente racional” (NUSSBUAM, 1997: 117), en una palabra, de la imparcialidad. Esta imparcialidad mina la decisión pública, desentraña la injusticia desde la compasión. El juez entonces, es más que un poeta, es Hércules en tanto construye la libertad como ejemplo en cada caso. La justicia es también atracción y dignidad, "las palmas son novias que esperan: y hemos de poner la justicia tan alta como las palmas", escribe JOSÉ MARTÍ (2006). La decisión justa atrae los contrarios, los reúne en la radical indecidibilidad de ver lo uno en lo otro, de hallar identidad donde la racionalidad formal ve vacíos irremediables.
Existe un ejemplo de esto, con el que tal vez sea prudente despedir al lector. Es claro que el juego a evocarse, ha existido desde siempre, en formas plurales, bajo ropajes diversos. El atrevimiento surca el asombro y el Juez Hércules, capaz de no ser solamente un hombre, sino todos los hombres, es el Juez Sancho. La conciencia de lo múltiple, es una voz que habla al Derecho, para reconciliarlo con la evocación ejemplar. Esa voz es Don Quijote, que emocionado (tal vez igual a PLATÓN cuando respiró el aire de los campos aledaños a la ciudad tras la figura encantadora de Fedro), por el gobierno que se le entregaba a su escudero Sancho Panza, le indicó a manera de consejo (CERVANTES, 2005: 709):
“no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo. Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia. Cuando te sucediere juzgar algún pleito de algún tu enemigo, aparta las mientes de tu injuria y ponlas en la verdad del caso. No te ciegue la pasión propia en la causa ajena”.
La ley es también una forma del Drama. Por ello BAUDELAIRE atinó a afirmar que si éste está bien escrito, el crimen desaparecerá. Es el juego paradójico de la Ley auténtica que PLATÓN intuyó en el Libro X de La República donde afirma a los poetas que “nosotros mismos somos autores en lo que cabe de la más bella y también de la más noble tragedia, pues todo nuestro sistema político consiste en una imitación de la más hermosa y excelente vida, que es lo que decimos nosotros que es en realidad la más hermosa tragedia” (citado por YOSHINO, 2006: 26 y 27). Tal vez por ello, PERCY B. SHELLEY, pensó que los poetas son buenos legisladores, porque “un hombre, para ser grandiosamente bueno, debe imaginar intensa y compasivamente, debe ponerse en el lugar de otro y de muchos otros; los sufrimientos y placeres de su especie deben hacerse suyos también” (citado por YOSHINO: 2006, 34).
El juez Sancho eligió este camino para dibujar sobre la geometría de las leyes. Un campo está dividido por un río. El río deja entrever un puente y a su sombra, una horca. En torno al río y al puente hay una ley: “si alguno pasare por esta puente de una parte a otra, ha de jurar primero adónde y a qué va; y si jurare verdad, déjenle pasar; y si dijere mentira, muera por ello ahorcado en la horca que allí se muestra, sin remisión alguna” (CERVANTES, 2005: 766). Un hombre llega al puente y afirma, bajo la gravedad del juramento, que se dirige al río para morir ahorcado a la sombra del puente. Del rigor racional de la ley surge la paradoja geométrica: “si a este hombre lo dejamos pasar, mintió en su juramento, y conforme a la ley, debe morir; y si le ahorcamos, él juró que iba a morir en aquella horca, y habiendo jurado verdad, por la misma ley debe ser libre” (CERVANTES, 2005: 766). Ante el problema jurídico, el Juez Panza responde (CERVANTES, 2005: 767):
“soy de parecer que digáis a esos señores que a mí os enviaron que, pues están en un fil las razones de condenarle o asolverle, que le dejen pasar libremente, pues siempre es alabado más el hacer bien que mal, y esto lo diera firmado de mi nombre, si supiera firmar; y yo en este caso no he hablado de mío, sino que se me vino a la memoria un precepto, entre otros muchos que me dio mi amo don Quijote la noche antes que viniese a ser gobernador desta ínsula; que cuando la justicia estuviese en duda, me decantase y acogiese a la misericordia”.
Salvedad del hechizado, el juez-poeta se desterró a sí mismo. Ha de volver, ebrio de sí y de los otros. El hombre quiere cruzar el puente para vivir, quiere desentrañar la ley para atravesarla. La fuerza no es el guardián, no es el único obstáculo que separa al hombre de la ley. Habrá que dejarlo pasar libremente, antes que el rigor de la muerte endurezca su pecho. La palabra seguirá siendo el grito del que está en el afuera, lo hecho para perseguirse comienza con un maullido. La justicia es este fragmento de un grito-poema de LEÓN FELIPE, que comparto en agradecimiento a la generosa paciencia de quien quiso leer estas letras hasta este punto (Citado por ALGORA, 2006: 127):
La justicia vale más que un imperio,
aunque este imperio abarque toda la curva del Sol.
Y cuando la justicia,
herida de muerte, nos llama a todos,
a todos los hombres,
en agonía desesperada,
nadie puede decir:
Yo aún no estoy preparado.
La justicia se defiende con una lanza rota y una visera de papel.
Y hasta que los hombres,
todos los hombres,
no lo aprendan,
el mundo no se salva.
BIBLIOGRAFÍA:
ALGORA, FRANCISCO, 2006. Me Llamo Jonás, Homenaje a León Felipe, Cádiz, Quorum Editores.
CERVANTES, MIGUEL DE, 2005. El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, 23.a ed., Madrid, Biblioteca Edaf.
MARTÍ, JOSÉ, 2006. “Pensamientos”, en http://www.amigosdecuba.com.ar/marti-pensamientos.html, consultada el 3 de junio de 2008.
NUSSBAUM, MARTHA, 1997. Justicia Poética, La Imaginación Literaria y la Vida Pública, Carlos Gardini (trad.), Santiago de Chile, Editorial Andrés Bello.
POSNER, RICHARD, 2002. Law and Literature, Cambridge, Harvard University Press.
POUND, EZRA, 1970. El Arte de la Poesía, José Vásquez Amaral (trad.), México, Editorial Joaquín Mortiz.
YOSHINO, KENJI, 2006. “La Ciudad y el Poeta”, en Revista Jurídica de la Universidad de Palermo, n.o 2, año 7, pp. 5-61, Fernando F. Basch (trad.).