Aquí una noticia de mi amiga Adriana Cely, nuestra corresponsal en París, sobre sus impresiones del paso de la llama Olímpica por esa ciudad...
En pleno movimiento pro y anti chino con ocasión del tránsito de la llama olímpica por Londres, París y ahora San Francisco, el tema de derechos humanos ha entrado a los hogares de los tele-espectadores. Hemos visto el lunes 7 de abril, no sin una sensación de ridículo ajeno, a los chinos en sudadera azul y gafas oscuras defendiendo a capa y espada ese símbolo de unidad y tregua entre los pueblos, llevándola en bus y no a fuerza de hombre, sembrando el desconcierto entre los atletas facultados a transportarla y entre los mismos organizadores del recorrido, para evitar que los defensores de los derechos humanos, estudiantes, simpatizantes de Reporteros sin Fronteras, políticos o simples ciudadanos, pudieran alcanzarla con sus extintores.
Unos 3000 policías encuadraban el cortejo a pie, caballo, moto, patines, automóvil, barco y helicóptero. Vestidos de Robocop, los que corrían al lado del bus para evitar las intrusiones de los espectadores eran los más fatigados, y contrastaban con la quietud de los atletas que no pudieron moverse ni un milímetro del recorrido previsto.
Quiérase o no, los derechos humanos han sido los protagonistas de ese rito olímpico, y la solidaridad con el pueblo tibetano se ha despertado entre quienes estaban alejados no solo geográfica o culturalmente, sino por mera indiferencia. Y la pregunta que se hacen desde políticos o periodistas hasta simples televidentes: ¿boicot o no boicot?
Unos 3000 policías encuadraban el cortejo a pie, caballo, moto, patines, automóvil, barco y helicóptero. Vestidos de Robocop, los que corrían al lado del bus para evitar las intrusiones de los espectadores eran los más fatigados, y contrastaban con la quietud de los atletas que no pudieron moverse ni un milímetro del recorrido previsto.
Quiérase o no, los derechos humanos han sido los protagonistas de ese rito olímpico, y la solidaridad con el pueblo tibetano se ha despertado entre quienes estaban alejados no solo geográfica o culturalmente, sino por mera indiferencia. Y la pregunta que se hacen desde políticos o periodistas hasta simples televidentes: ¿boicot o no boicot?