jueves, 31 de enero de 2013
sábado, 26 de enero de 2013
Recomendación de Bentham a Santander al Almirante Mordinoff y agria respuesta de éste
En la visita que hizo Santander a Bentham, el pensador inglés le mandó una carta de recomendación al Almirante ruso Smolenko Mordinoff. Santander pensaba viajar a San Petersburgo, sitio en donde Bentham tenía algunos amigos, y que conocía en su viaje que había realizado en la visita que realizó a su hermano Samuel Bentham. En la carta de recomendación Bentham le cuenta al Almirante del giro que ha dado Bolívar después de su campaña en el Sur, y especialmente el dolor que le causa saber que el Libertador prohibió la difusión de sus obras a través del Decreto de 12 de marzo de 1828, como le contó Santander en su visita. Sin embargo, lo sorprendente de la historia, como lo expone el venezolano Armando Rojas en "La Batalla de Bentham en Colombia" (en: Revista de Historia de América, No 29 (junio, 1950) pp. 37 a 61), es la agria respuesta del Almirante al octogenario Bentham a quien le dice a Bentham que se nota que ya esta "cocheando" y califica a Santander de "tramposo, ladrón y asesino..." en defensa de Bolívar. Finalmente Santander jamás viajó a Petersburgo, pero queda la evidencia documental de este suceso. Reproducimos las dos cartas:
Carta de Bentham al Almirante Smolensko Mordinoff recomendándole a Santander para su visita a Petersburgo:
Plaza y Calle de la Reyna. Westmister. Londres, 9 de julio de 1930
Mi querido Almirante:
Todavía estoy vivo, aunque paso de los ochenta y dos: siempre con buena salud y fortaleza, codificando como un dragón. Espero saber que lo mismo acontece a usted; nada mas no tengo la esperanza de saberlo por usted mismo, recargado como se queja de estar de ocupaciones. He comisionado a mi amigo el general Santander, que será me lisonjeo, el portador de ésta, para que indague este hecho, hecho que es de desearse mucho por el beneficio del Imperio ruso, y para que me informe sobre el particular.
Ahora es preciso que yo hable a usted del general Santander, en justificación (o más bien debería decir, por vía de apología) por la libertad que me tomo con usted a su favor. En el Estado de Colombia, antes de América Española, y en la carrera militar, es uno de los héroes que no ha tenido por superior sino a Bolívar, en la carrera civil y bajo la presidencia de Bolívar ha sido Vicepresidente, mas junto con un humilde servidor de usted, habiendo caído en desgracia el archihéroe, ha sido obligado a correr igual suerte, es decir, a ser expulsado de su país del mismo modo que mis obras, que han tenido el honor (me aseguran) de ser traducidas dos veces en la lengua de usted. El general Santander, lo sé por él y por otros conductos, cuando ejercía las funciones de Vicepresidente hizo cuanto dependía de él por difundir mis escritos en el territorio del Estado de que es miembro tan distinguido y de tanta influencia. Más, últimamente, como es natural al hombre y en cierto grado más o menos inevitable. Bolívar ha sido echado a perder por el poder, y después de haber, por tantos años merecido y tan bien merecido el título que tomó de Libertador, se ha convertido después en tirano de su patria. En un tiempo tuvimos él y yo cierta correspondencia, y por recomendación mía dio el grado de coronel a un hombre de talentos del nombre de Hall, que había servido como teniente del ejército inglés. Pero parece que durante el curso de la oposición que él (Bolívar) experimentó, algunas personas se apoyaban para ello o citaban mis escritos, y tal fue la causa por que él juzgo a propósito expedir un decreto, poco hace, cuyo objeto –declara- era impedir que ninguno de ellos fuera leído. Y esto es lo que yo me lisonjeo que no será tan fácil efectuar como ordenar, porque tengo noticia por los hermanos Bosange, libreros de París, de cuarenta mil bolívares de mis obras traducidas del francés al español y vendidas por ellos para el mercado de la América Española.
En cuanto al objeto del General Santander a su visita a esta capital (San Petersburgo), por lo que yo puedo juzgar, no creo que sea por miras políticas. Nuestro Támesis no ha sido incendiado por él y estoy cierto que aún no lo ha comprendido; así es que no pienso que el Neva tenga mucho nada que temer de él. Teniendo comodidades, porque el tirano no se atrevió a confiscarle sus bienes, su objeto es, me parece, ni más menos que divertirse, contemplando un estado de sociedad que forma tal contraste con el que ha estado más acostumbrado a ver; viajará hasta tanto que llegué la noticia de que el tirano usurpador ha compartido el destino de Iturbide, de memoria seudo – imperial (roto) esta ocasión para enviar a usted uno o dos artículos de mi manufactura hechos en el antiguo taller. Me lisonjeo que usted encontrará algo en ellos que pueda aplicarse ventajosamente en su país, a pesar de estar situado en las antípodas de las naciones para cuyos gobiernos mi elogio constitucional estaba principalmente destinado.
Hallará usted en el suplemento de mi codificación que le envio, que yo me he aprovechado del nombre de usted para darle lustre al mío la tentación fue para mí irresistible. Si yo hubiera tenido la menor sospecha de que esto pudiera perjudicarle en la más mínima cosa en el lugar donde usted ésta; si yo hubiera encontrado en el parágrafo en cuestión el más pequeño fundamento para tal sospecha, muy ciertamente jamás me habría tomado la libertad de hacerlo. Y si en algún tiempo me favorece usted con un renglón, cualquier veto que sea su gusto poner a la publicación de esta o aquella parte y aun del todo, esté gusto de poner a la publicación de esta o aquella parte y aun de todo, esté seguro, que recibirá la más puntual obediencia, y en defecto de tal veto, tendré siempre por guías mi consideración por usted y mi propia reputación.
A falta de carta de usted, ruego a mi colombiano amigo haga cuanto pueda para servir de medio de comunicación entre usted y yo, particularmente le ruego insista sobre lo que formó el asunto de una súplica humilde en mi última carta a usted y que se reducía a que me hablase de los progresos que en su país hubiera hecho la obra de codificación, desde que se publicó el Codifitor de usted, que me parece llevaba por título Novoseltdoff.
No puedo persuadirme que entre la turba de aspirantes y de protegidos de que usted se hallará rodeado no se encuentre alguno que a la menor insinuación de usted no ejecute con gusto el juego, escribiendo en francés, en una y media, dos o tres en 8º de impreso esta noticia:
Considerando la cantidad de materia combustible de que yo he provisto a usted y la grande economía de leña que le he hecho hacer, me parece que usted no dejará de recordar algunas veces al pobre ermitaño Q.S.P., como dicen aquí los pobres.
Por lo que toca a noticias de familia, recuerdos etc., no escribo nada por la incertidumbre de la época en que esta carta está puesta en sus manos, y porque estoy cansado de borronear, así es que no tengo ni tiempo ni espacio para decir otra cosa, sino que soy con toda sinceridad y respeto, de usted (firmado)
JEREMÍAS BENTHAM
(Publicado el texto en inglés en el Archivo de Santander, tomo III, pp. 240 a 250, y el texto en español en el Constitucional de Cundinamarca No 59 de 4 de noviembre de 1832. Reproducido por Armando Rojas, "La Batalla de Bentham en Colombia", Op. cit. pp. 55 a 57).
Agria respuesta del Almirante Mordinoff a Bentham sobre carta de recomendación de la visita de Santander a Petersburgo:
"Aunque Usted, no hubiera dicho en su carta de 9 de julio que ha llegado Usted a los 82 años, se conoce por el sentido de ella que está Usted chocheando. Se ha dejado Usted engañar miserablemente por un hombre demasiado conocido por sus negros procedimientos. No es ahora que la fama de Santander ha llegado a mis oídos, aunque de héroe no le he de nombrar antes. Usted me irroga una grave injuria al recomendarme un tramposo, ladrón y asesino a la vez, y esta injuria se agrava al hacerse Usted el órgano de las calumnias de semejante bicho contra el General Bolívar. Lo mejor que hizo este hombre admirable fue prohibir en el país que manda ese fárrago de disparates que Usted, ha publicado y cuya tendencia a destruir la Religión Cristiana es tan fatal. Habiéndolo hecho de acuerdo con unos sabios Doctores y otros piadosos varones de Santa Fe, prueba además la docilidad de Bolívar y su deseo de disipar la herejía que está haciendo tantos progresos en el mundo. Soy de Usted. etc.,
SMOLENSKO MORDINOFF. Almirante al servicio del Emperador de las Rusias
(En: Imprenta de Devisne, Caracas, año 1834, Biblioteca Nacional de Bogotá, Fondo "Quijano Otero", No 15307, "Hojas Sueltas" 1830 a 1834, pieza número 241. En Armando Rojas, "La Batalla de Bentham en Colombia", p. 57)
miércoles, 23 de enero de 2013
La visita de Santander a Bentham en julio 5 de 1830
Como es conocido por los historiadores, Francisco de Paula Santander visitó durante su exilió a Jeremías Bentham en su casa de Queen Square Place el 5 de julio de 1830. En esta visita Santander le comenta al jurista inglés la situación política en Colombia y especialmente los abusos que ha cometido Simón Bolívar durante su dictadura. También le cuenta Santander cómo a través del Decreto de 12 de marzo de 1828 se dispuso que, "que en ninguna de las universidades de Colombia se enseñaran los tratados de legislación de Bentham...". Theodora Mackennan afirma que dicha prohibición fue emitida por parte de Bolívar siguiendo las recomendaciones de José Felix Restrepo quien por aquella época ejercía el cargo de Director de Instrucción Pública (Reporte del Dr. Félix Restrepo, marzo 6 de 1828, Archivo Histórico Nacional, Bogotá, Instrucción Pública - Sección República), CXXXIV, 838 - 889. Tomado de McKennan, Theodora, Santander and the vogue of Benthamismin Colombia (Phd, dissertation), Chicago, Loyola University, 1970, p. 34). La visita de Santander a Bentham se encuentra reportada en los Diarios del General Santander - existe una versión publicada en 1963 por el Banco de la República de la que tomamos la referencia-. Transcribiré lo que dice el Diario el día 3 de julio y principalmente el 5 de julio día de la visita:
- 3 (de julio de 1830) Sábado: "He recibido una esquela de ayer muy satisfactoria de Jeremías Bentham convidándome a comer el lunes próximo. Es muy notable y honroso para mí que este sabio generalmente respetado en el mundo culto y jefe del partido radical ilustrado y mejorado en Inglaterra, concluya su carta con estas palabras: "Je suis, monsieurl, avec le respect que votre renomée m`inspire, tout à vous. Jeremías Bentham"
- 5 (de julio de 1830) "(...) Comí hoy con Jeremías Bentham. Este es un anciano de más de 80 años, alegre, bajo de cuerpo, gordo, robusto, pelo enteramente cano que le cae por las espaldas, vestido antiguo y sencillo sin corbata, ni nada de afeite. Costumbres patriarcales, trato franco y ameno, cabeza despejada aunque ya olvida los nombres de las personas, talentos vastísimos y algún tanto de vanidad. Antes de comer nos paseamos por su pequeño jardín, me mostró la casa donde vivió el célebre poeta Milton, que ahora es de él y la en que vive Mill, amigo del Gral. Miranda; me mostró el busto suyo que le ha regalado el estatuario David, de París y el retrato del general Miller al servicio del Perú. Me habló ventajosamente de Rivadavia y con grande respeto del general Lafayette. En la mesa nos sentamos, dos jóvenes que le escriben, yo a su frente y él; la comida bastante abundante y exquisita; poco vino porque él no lo acostumbra. Durante la comida hablamos de Colombia y de Bolívar y sus opiniones eminentemente liberales. Dijo que no había tirano que no tuviera su Timoleón, y que esperaba que no fuera Bolívar la excepción de esta regla consoladora para la libertad. Habló de la Constitución de Francia, y de la de Inglaterra, dando la superioridad a la primera; explicó el radicalismo del partido popular en Inglaterra y pasó en revista las opiniones de Canning, Brougham, Mackintosh, y Hume, de los Torys y los Whigs. De Hume habló ventajosamente. Después de la comida quedamos solos, tomé café de moka y él tomó mucho té; me mostró algunas de sus obras publicadas ya en español y otras todavía sin publicar en inglés; me regaló tres cuadernos de las primeras. Entre las segundas está el proyecto de Código Militar para el ejército de tierra y para la marina. Me regaló dos pequeñas monedas del tiempo de George II y me mostró una gran medalla alusiva a la Restauración. También me dio a leer impresas las cartas que ha recibido de varios personajes entre ellas una del Rey de Baviera y otra de un Almirante de Rusia. Vi también todas las muestras de las monedas de Guatemala que le ha regalado el señor Valle. Nuestra conversación duró hasta las 12 de la noche y de una manera que quedé enteramente complacido. Al retirarme me suplicó que le escribiera en lo sucesivo y que me mandaría unas cartas para Rusia"
(Tomado de "Diario del General Francisco de Paula Santander en Europa y Los EE.UU. 1829 - 1832". Transcripción notas y comentarios de Rafael Martínez Briceño, Bogotá, Imprenta del Banco de la República, 1963, p. 172 - 173).
jueves, 17 de enero de 2013
Retomando a Bentham: la historia del anzuelo de Pedro
Vuelvo a Bentham este año por diversas circunstancias. El pensador inglés nacido el 15 de febrero de 1748 influyó de manera decisiva en las ideas jurídicas y políticas de Colombia en el siglo XIX. Famosas fueron las querellas o controversias relacionadas con el estudio obligatorio de los textos de Bentham durante la vicepresidencia de Santander en la Gran Colombia con el Decreto de 8 de octubre de 1825 que obligaba a estudiar el texto "Tratado de Legislación Civil y Penal" en las Universidades, Casas de Estudios y Colegios. Los textos fueron prohibidos con anterioridad a la conspiración contra Bolívar en marzo de 1828. Después de la dictadura bolivariana (1828 - 1830) volvió Santander de su exilio a la Nueva Granada en 1832 y gobernó hasta 1837, durante esta época se reinstauró el estudio obligatorio dentro de la carrera de Derecho los Tratados de Legislación Civil y Penal de Bentham, con la salvedad de que los docentes debían advertir a sus estudiantes sobre algunos apartes que podrían ser perjudiciales. Las querellas sobre el estudio de Bentham continuaron por diversas circunstancias y se dieron controversias por ejemplo en la fundación de la Universidad Nacional en 1867 por encontrarse en el pénsum de estudios y a finales del siglo XIX tras la promulgación de la Constitución de 1886 por autores como Miguel Antonio Caro en artículos relacionados con el utilitarismo. El primer texto de Bentham fue "Fragmento sobre el Gobierno" o "Comentarios sobre los Comentarios", haciendo alusión a que su libro era una acérrima crítica a los "Comentarios sobre Jurisprudencia" que había escrito Blackstone para ordenar de cierta manera el derecho jurisprudencial y las resoluciones en equidad que se producían en Inglaterra. La critica de Bentham se dio por las llamadas falacias o errores en la argumentación, así como en la conceptualización de los principios, que muchas veces caían en la retórica del derecho natural.
También resulta importante destacar que en este texto escrito en 1776 tiene como trasfondo una historia de amor prohibido por sus padres. Bentham quería formar un cierto patrimonio con la publicación de este texto para poder casarse con "Polly" Dunkley que no era aceptada por su padre Jeremiah Bentham por no tener suficiente dote. El Fragmento sobre el Gobierno se basó en unas notas preliminares de su amigo John Lind que le había pasado los manuscritos a Bentham para que le diera su opinión critica. Bentham le propuso a Lind reescribir el texto y compartir las ganancias. Lind finalmente decidió darle autorización para que Bentham escribiera el texto de su propia mano. Dentro del "Fragmento" encontramos largas notas a pie de página que hacen que el texto se vuelva más rico, pero también más complejo. Una de las que me causó curiosidad en la lectura fue la historia del anzuelo de Pedro. Bentham narra la historia de como Pedro el apóstol, discípulo de Jesús, obtuvo su pontificado acudiendo a artimañas y engaños, y no era tan santo como se piensa ahora. Dice Bentham en la nota 78 del "Fragmento": "Todo el mundo conoce la historia de quien habiendo sido pescador llegó a ser arzobispo y después Papa. Mientras fue arzobispo tenía la costumbre, después de comer, de disponer un anzuelo sobre su mesa, como recuerdo, según decía, de su modesto origen. Esta ostentación de humildad contribuyó no poco a acrecer su reputación. Poco después de su exaltación al solio de San Pedro, como uno de sus familiares le preguntase por qué no estaba en la mesa como era habitual, les contestó: "Calla; una vez que el pez ha picado no se necesita el anzuelo" (BENTHAM, Jeremías, "Fragmento sobre el gobierno", Madrid, Aguilar, 1973, p. 95).