A UN AÑO DE LA MUERTE DEL DOCTOR VILLAR
Por: Gonzalo A. Ramírez Cleves.
Bogotá, 23 de julio de 2009
Hace un año ya que el Doctor Luis Villar Borda no nos acompaña y en este tiempo hemos aprendido a acostumbrarnos a su ausencia. Aunque muchas veces pensamos o sentimos que el Doctor Villar esta por ahí en algún lugar de su despacho, tomándose un café con algún colega o amigo, haciendo los comentarios cáusticos y mordaces que lo caracterizaban sobre política, derecho o literatura o hablando de sus nuevos proyectos académicos, de su nueva publicación, de un nuevo descubrimiento o traducción de Kelsen o llamando la atención de porque en la Universidad de ahora somos tan conformistas con los problemas del país o del mundo, el doctor Villar ya no esta con nosotros.
Por: Gonzalo A. Ramírez Cleves.
Bogotá, 23 de julio de 2009
Hace un año ya que el Doctor Luis Villar Borda no nos acompaña y en este tiempo hemos aprendido a acostumbrarnos a su ausencia. Aunque muchas veces pensamos o sentimos que el Doctor Villar esta por ahí en algún lugar de su despacho, tomándose un café con algún colega o amigo, haciendo los comentarios cáusticos y mordaces que lo caracterizaban sobre política, derecho o literatura o hablando de sus nuevos proyectos académicos, de su nueva publicación, de un nuevo descubrimiento o traducción de Kelsen o llamando la atención de porque en la Universidad de ahora somos tan conformistas con los problemas del país o del mundo, el doctor Villar ya no esta con nosotros.
Charlar con él, reírse con él, aprender de él son las cosas que más extrañamos. Nos falta sus consejos, su apoyo en proyectos quijotescos, sus enseñanzas y sobretodo su amistad.
Todos tenemos una historia que contar sobre el Maestro Luis Villar Borda, nos reunimos aquí parte de sus amigos recordándolo como él hubiera querido, no en una Iglesia atiborrada y triste que recordará el hecho inevitable de la muerte, sino en un Aula universitaria en donde se respire alegría y esperanza, y en donde se manifieste el hombre como ser pensante, deliberante e inquieto.
El tema propuesto por los organizadores de este Evento es el de los derechos humanos. Un tema ahora vigente que cuenta con su propia área de estudio y protección en el derecho internacional de los derechos humanos y en el derecho internacional humanitario (DIH) pero que puede ser pensado desde la órbita de filosofía especialmente desde la filosofía del derecho, la cátedra que dictaba el profesor Luis Villar Borda antes de su muerte.
Sin embargo hay que destacar que a Villar no le tocó enseñar siempre los derechos humanos como un área del derecho construida con acciones y tribunales especializados para su protección que la dotarán de efectividad, sino que el profesor Villar Borda fue precursor de este ámbito de estudio que para su época se encontraba en construcción.
Su generación que en la década del treinta presenciaba el advenimiento de tendencias totalitarias en Europa que se reproducían a nivel mundial, con compañeros de clase que remedando a los fascistas italianos o a los nazistas alemanes portaban camisas negras o pardas para demostrar que estaban de parte de los nacionalismos racistas marco la tendencia del profesor Villar de rechazar con ahínco estas posiciones políticas que negaban al ser humano y lo convertían en un medio al servicio de un partido o un vago concepto de nación.
También presenció su generación en la década de los cuarenta el fin de la Segunda Guerra. Una guerra llena de horrores en donde los testimonios y las imágenes de los campos de concentración con niños, mujeres, ancianos y adultos como esqueletos andantes, apilados en montañas de cadáveres o en las cenizas de las cámaras de gas demostraron que la razón no podían contener la deshumanización del ser humano y se preguntaba entonces si la literatura, el arte, la poesía y la filosofía podía tener algún fin ante estos hechos horrendos en donde se negaba la noción misma de humanidad.
La demencia de Hitler al pretender eliminar una raza, hecho que se conocería después como el genocidio y como los delitos de lesa humanidad, se acompañaba a su vez con los sucesos de Hiroshisma y Nagasaki y con la posibilidad de que el hombre se pudiera destruir a si mismo y al planeta entero con la invención de la bomba atómica.
La creación de las Naciones Unidas y la aprobación por parte de ese organismo de una Declaración Universal de Derechos Humanos en donde se establece que ¨todos los hombres nacen libres e iguales en dignidad y derechos¨ fue el reflejo del querer recomponer la noción de humanidad que se había perdido. Los Derechos Humanos se convertían en el pilar para salir de las cenizas y de la miseria de la deshumanización.
Sin embargo, la Guerra Fría demostró que la lucha por los derechos humanos debía ser una lucha permanente. No solo en los Estados socialistas que negaban la libertad por hacer prevalecer la igualdad bajo la egida de un Estado que volvía a ser totalitario sobre unas bases políticas diversas como demostraría Hannah Arendt en su obra sobre el totalitarismo construido sobre Gulags, persecuciones políticas, ideologización y propaganda de partido; sino también en los estados considerados como liberales representado por Estados Unidos que en su gélida pelea con la Unión Soviética protegía a dictadores, aupaba golpes de Estado y preparaba y financiaba a militares para torturar y desaparecer en países de Latinoamérica, Asia, África y en la misma Europa.
A su vez, la Declaración de los Derechos Humanos que en su origen había estipulado la indivisibilidad de los derechos y que desde el artículo 25 había reconocido plenamente a los derechos sociales, a finales de los años sesentas dividió los derechos en Civiles y Políticos y Sociales, Económicos y culturales dotando de protección directa a los primeros y negando la protección a los segundos a los que declaró como programáticos o progresivos.
Fue en la década de los cincuenta y sesenta en donde el profesor Villar tuvo que presenciar en carne propia la violación de los derechos humanos. En la dictadura de Rojas Pinilla, que no fue una dictadura blanda como muchos señalan, tuvo que huir como exiliado ante la persecución por parte del Estado por su disidencia política. Era abogado de opositores al régimen pero se dio cuenta que también a él lo podían torturar o matar.
Viajó a Alemania Oriental a Leipzig y a Berlín en donde se preparó como jurista en la tendencia que siempre le había gustado la filosofía del derecho. Sin embargo, a finales de los años ochenta en su obra El Último embajador declararía que el socialismo real no pudo contener la violación de derechos humanos básicos como la libertad, la intimidad, la disidencia y hasta la misma igualdad que pregonaba. Como embajador fue espiado por la Stasi, la policía secreta de la DDR, y fue testigo excepcional de los desmanes que se cometieron en el Muro, con guardianes que tenían la orden de disparar ante cualquier intento de fuga.
En los años setentas, a su regresó a Colombia se dio cuenta que la violencia se había convertido en una lucha armada que empezó como utopía pero que se convirtió en una guerra de odio y de terror. Morían sus amigos como el cura Camilo Torres que pensó que la lucha guerrillera sería la forma de transformar una realidad de pobreza y de miseria que acongojaba a la generación de Villar. Villar Borda no tomo las armas, era un demócrata convencido y decidió luchar políticamente como siempre lo había hecho, fue cofundador del MRL el ala disidente del partido liberal en donde se pretendía buscar que el compañero jefe al llegar al poder pudiera transformar un país pacato en donde las élites políticas se beneficiaban en detrimento de una sociedad cada vez más desigual.
López Michelsen llegó al poder pero nada cambio y Villar Borda en la diplomacia y luego en la docencia se dedicó a reflexionar y a luchar de otra manera, desde la Academia y desde las aulas de las universidades, era allí que se podía dar la transformación a partir de un cambio de valores a través de la enseñanza. Solo las nuevas generaciones podían hacer de Colombia un país mejor si comprendían que el hombre no puede llegar jamás a deshumanizarse. Confiaba en la razón, confiaba en la reflexión, confiaba en el pensar para poder contener los desmanes y la irracionalidad del hombre.
En la enseñanza de la filosofía del derecho y los derechos humanos vio Villar que estaba su lucha. Una lucha que comprendió sería más productiva que la política o la armada.
Dejo Luis Villar en el Externado sus libros, sembró su árbol y dejo sus semillas en estos hijos adoptivos que ahora se reúnen aquí para honrar su Memoria como a él le hubiera gustado pensando y reflexionando sobre los derechos humanos y la filosofía del derecho como pilares de fundamentación de la razón para jamás perder la humanidad.
Damos con estas palabras inicio a las ponencias que discutirán temas relevantes de los derechos humanos como el multiculturalismo, la especificación de los derechos, derechos humanos y soberanía, la fundamentación filosófica de los derechos humanos, los derechos humanos de las minorías, la diversidad religiosa y cultural entre otros temas. La metodología será la siguiente cada expositor leerá una pequeña introducción de su tema para luego pasar al coloquio y a la discusión.