En la renovación del blog he querido invitar a algunos amigos a que escriban algunas notas ya que yo no tengo ahora ninguna inspiración y nos pueden ayudar además a variar los contenidos y no ver todo con la mirada única del cíclope de este su administrador. Esta vez nos escribe nuestro buen amigo Andrés Botero, quien desarrolla una investigación en Alemania. Como se sabe el dolor por Colombia se siente el doble cuando uno esta afuera... aquí les va la nota de Andrés.
P.d: Hemos incluido en la parte derecha del blog una encuesta que durará 6 días sobre cómo les parece el nuevo diseño de "amicorum"
Un doble dolor
Por: Andrés Botero
Hoy, querido lector, me azotan dos tristezas. Tal vez las siento porque con una observo la otra. Es posible que si no hubiesen coincidido no creería siquiera que estoy sufriendo. Pero, por fuera del comentario precedente, ahora estoy inmerso en una tristeza, de esas que sólo podría explicar si pudiera traer las palabras de Hesse al describir lo que significa para H. (el personaje central del Lobo Estepario) la lucha entre el lobo y el hombre. Pero volviendo a lo que nos interesa, estoy triste. Muy triste.
De un lado, tengo dolor por mi país y del otro por mis compañeros de clase de alemán que seguramente nunca volveré a ver. Sí, como lo oyeron. Se trata de un dolor general por una situación de “otros” y otro muy personal, por una situación muy “de mí”. Pero es que no creo que haya hombres tan “poco hombres” como para que sufran y se embarguen sólo por problemas “ajenos”. Aunque sí existen hombres “suficientemente hombres” como para sufrir sólo por las tragedias personales. Entiéndase que no tengo el mejor concepto de lo que es esa construcción política, cliché de todo discurso político: “seres humanos”. En fin, humanos, demasiado humanos, diría Federico sobre su piedra.
Sufro, pues. De un lado, por ver la impotencia del individuo que padece al quedar entre fuerzas e intereses políticos y estrategias, mal jugadas por demás, que lo condenan a la selva, a la muerte verde. ¿A qué me refiero? ¡Qué dolor sentir a un megalómano indómito como Chávez actuar por fuera de toda cautela y mesura que le exigía su misión humanitaria! ¡Qué dolor ver la reacción de otro megalómano elitista como Uribe dar por terminado esa esperanza que quedaba para secuestrados y familias! Sí, me atrevo a calificar de megalómanos a dos caudillos idolatrados, ¡Qué me odien uribistas y chavistas! ¡Qué me odien con sus rancios conceptos de seres humanos!
Del otro lado, luego de un buen tiempo en tierras germanas, de acudir diariamente a mis clases de alemán, me he enamorado de mis compañeros y compañeras de clase. No de todos, pero si de la mayoría, de nombres que me sonaban a amistad, que me alegraban el día. Pero llegó la partida y no fue doloroso despedirme de mis colegas, de los académicos. Otra cosa fue al momento de decir adiós a mis amigos de clase, que no eran actores del teatro universitario, sino personas reales –como aquellos que se pudren en la selva, ahora mismo-, algunos inmigrantes que luchan su comida diariamente, otros que están de paso por actividades de trabajo, otros que acompañan a un familiar que se encuentra trabajando en Alemania, etc. Que dolor decirles adiós, luego de tantos meses juntos, diariamente.
De un lado, ver cómo el individuo, ese que está sufriendo en la selva, atrapado en la red de unos bandidos –no merecen comentarios- ya no tendrá esperanzas por la poca mesura del de la boina roja y la belicosidad del otro de dichos de papá paisa. En la guerra no mueren generales. Ya veremos a estos MANDAtarios en un futuro, en sus terceros y cuartos mandatos, tomando café, riendo para la prensa para dar por superados conflictos fronterizos; en cambio, dónde estarán en ese momento los secuestrados de la guerrilla. Creo, y me duelo decirlo, enterrados. ¿Por qué la vida de los individuos queda a la merced de esos juegos macabros del poder? ¡Son personas! Bueno, son “seres humanos” para el poder. Son sujetos (porque están sujetados).
Del otro lado, ser testigo de mi sufrimiento, en la soledad de un vagón repleto del metro luego de despedirme de mis compañeros, me hizo caer en cuenta de lo absurda que es la universidad y su academia. De lo muy “seres humanos” (en el peor de los términos) que nos hemos convertido. Fue en un salón de clases con no académicos que pude desnudarme, quitarme la máscara y botar el guión del profesor. Fue en ese salón de clases, donde no tenía que pensar cómo resistir a otros grupos académicos con sus estrategias medio mafiosas. Por ello sentí verdaderamente a seres no-humanos, es decir, amistad, cariño, alegría sincera de ver al otro. Que dolor cuando me despido de uno de mis compañeros, que con su humildad me dijo que se iba pero que no podía escribirme pues no sabía manejar E-mail. Tal vez no vuelva a ver nunca a ese joven que huyó de la guerra de Afganistán, así como a los hermanos iraquíes que ya duras han pasado. ¿Cuándo podré ver a aquella hindú que pronto regresa a su país, desencantada de Occidente? En fin, los otros, ¿los volveré a ver? ¡Qué bellas personas! Valen más por lo que son que los que se pesan por lo que creen saber (que a la larga es el peso de sus miedos).
¡Qué dolor tan grande el que siento! Estamos entre payasos (entiéndase en sentido figurado, nada contra los cirqueros no políticos), pero a veces se nos exige para la entretención del público que algunos de nosotros seamos sacrificados. Bendito circo este, el del mundo, el de la academia, el de Colombia y Venezuela. Que mal le hace ese populismo bolivariano a un socialismo democrático y que bien le hace esa derecha elitista de Uribe a los proyectos de expoliación; pero por fuera de eso, cómo te niegas, Chávez, a la prudencia (que hace verdaderos sabios). Hablar duro y ser indómito te garantizará un espacio en la prensa… pero ¿vale el precio de la vida de los secuestrados? Mesura. Sé que los exagerados se ganan espacio en los manuales de historia. Pero se nos olvida que detrás de ello está el dolor de los individuos que los soportaron. ¿Hagamos la historia elogiada de la mesura política? Y tú, Uribe, que te haces el de la vista gorda con un paramilitarismo renovado y sin antecedentes judiciales que ahora se campea por nuestra tierra. Tú, que ante las idioteces de Chávez respondes con otra igual: ¿No son personas los que están sufriendo ahora en la selva colombiana? Calma tu ego y mesura tus reacciones.
Pero que va… con ustedes dos no hay cuento, ustedes no ven ya individuos, no hay caso. Como no lo hay de pretender eliminar las “mafias” (en sentido figurado) académicas colombianas que luchan por esconder sus miedos.
Que bueno sería volver a ver a mis compañeros de clase, que me enseñaron lo valioso que es recibir al amigo sin nada a cambio. Que bueno sería volver a ver los tragados por la selva, en brazos de sus familias a pesar de los payasos que nos gobiernan.
Frankfurt am Main, 24 de Noviembre de 2007
Andrés Boteros Botero
Hoy, querido lector, me azotan dos tristezas. Tal vez las siento porque con una observo la otra. Es posible que si no hubiesen coincidido no creería siquiera que estoy sufriendo. Pero, por fuera del comentario precedente, ahora estoy inmerso en una tristeza, de esas que sólo podría explicar si pudiera traer las palabras de Hesse al describir lo que significa para H. (el personaje central del Lobo Estepario) la lucha entre el lobo y el hombre. Pero volviendo a lo que nos interesa, estoy triste. Muy triste.
De un lado, tengo dolor por mi país y del otro por mis compañeros de clase de alemán que seguramente nunca volveré a ver. Sí, como lo oyeron. Se trata de un dolor general por una situación de “otros” y otro muy personal, por una situación muy “de mí”. Pero es que no creo que haya hombres tan “poco hombres” como para que sufran y se embarguen sólo por problemas “ajenos”. Aunque sí existen hombres “suficientemente hombres” como para sufrir sólo por las tragedias personales. Entiéndase que no tengo el mejor concepto de lo que es esa construcción política, cliché de todo discurso político: “seres humanos”. En fin, humanos, demasiado humanos, diría Federico sobre su piedra.
Sufro, pues. De un lado, por ver la impotencia del individuo que padece al quedar entre fuerzas e intereses políticos y estrategias, mal jugadas por demás, que lo condenan a la selva, a la muerte verde. ¿A qué me refiero? ¡Qué dolor sentir a un megalómano indómito como Chávez actuar por fuera de toda cautela y mesura que le exigía su misión humanitaria! ¡Qué dolor ver la reacción de otro megalómano elitista como Uribe dar por terminado esa esperanza que quedaba para secuestrados y familias! Sí, me atrevo a calificar de megalómanos a dos caudillos idolatrados, ¡Qué me odien uribistas y chavistas! ¡Qué me odien con sus rancios conceptos de seres humanos!
Del otro lado, luego de un buen tiempo en tierras germanas, de acudir diariamente a mis clases de alemán, me he enamorado de mis compañeros y compañeras de clase. No de todos, pero si de la mayoría, de nombres que me sonaban a amistad, que me alegraban el día. Pero llegó la partida y no fue doloroso despedirme de mis colegas, de los académicos. Otra cosa fue al momento de decir adiós a mis amigos de clase, que no eran actores del teatro universitario, sino personas reales –como aquellos que se pudren en la selva, ahora mismo-, algunos inmigrantes que luchan su comida diariamente, otros que están de paso por actividades de trabajo, otros que acompañan a un familiar que se encuentra trabajando en Alemania, etc. Que dolor decirles adiós, luego de tantos meses juntos, diariamente.
De un lado, ver cómo el individuo, ese que está sufriendo en la selva, atrapado en la red de unos bandidos –no merecen comentarios- ya no tendrá esperanzas por la poca mesura del de la boina roja y la belicosidad del otro de dichos de papá paisa. En la guerra no mueren generales. Ya veremos a estos MANDAtarios en un futuro, en sus terceros y cuartos mandatos, tomando café, riendo para la prensa para dar por superados conflictos fronterizos; en cambio, dónde estarán en ese momento los secuestrados de la guerrilla. Creo, y me duelo decirlo, enterrados. ¿Por qué la vida de los individuos queda a la merced de esos juegos macabros del poder? ¡Son personas! Bueno, son “seres humanos” para el poder. Son sujetos (porque están sujetados).
Del otro lado, ser testigo de mi sufrimiento, en la soledad de un vagón repleto del metro luego de despedirme de mis compañeros, me hizo caer en cuenta de lo absurda que es la universidad y su academia. De lo muy “seres humanos” (en el peor de los términos) que nos hemos convertido. Fue en un salón de clases con no académicos que pude desnudarme, quitarme la máscara y botar el guión del profesor. Fue en ese salón de clases, donde no tenía que pensar cómo resistir a otros grupos académicos con sus estrategias medio mafiosas. Por ello sentí verdaderamente a seres no-humanos, es decir, amistad, cariño, alegría sincera de ver al otro. Que dolor cuando me despido de uno de mis compañeros, que con su humildad me dijo que se iba pero que no podía escribirme pues no sabía manejar E-mail. Tal vez no vuelva a ver nunca a ese joven que huyó de la guerra de Afganistán, así como a los hermanos iraquíes que ya duras han pasado. ¿Cuándo podré ver a aquella hindú que pronto regresa a su país, desencantada de Occidente? En fin, los otros, ¿los volveré a ver? ¡Qué bellas personas! Valen más por lo que son que los que se pesan por lo que creen saber (que a la larga es el peso de sus miedos).
¡Qué dolor tan grande el que siento! Estamos entre payasos (entiéndase en sentido figurado, nada contra los cirqueros no políticos), pero a veces se nos exige para la entretención del público que algunos de nosotros seamos sacrificados. Bendito circo este, el del mundo, el de la academia, el de Colombia y Venezuela. Que mal le hace ese populismo bolivariano a un socialismo democrático y que bien le hace esa derecha elitista de Uribe a los proyectos de expoliación; pero por fuera de eso, cómo te niegas, Chávez, a la prudencia (que hace verdaderos sabios). Hablar duro y ser indómito te garantizará un espacio en la prensa… pero ¿vale el precio de la vida de los secuestrados? Mesura. Sé que los exagerados se ganan espacio en los manuales de historia. Pero se nos olvida que detrás de ello está el dolor de los individuos que los soportaron. ¿Hagamos la historia elogiada de la mesura política? Y tú, Uribe, que te haces el de la vista gorda con un paramilitarismo renovado y sin antecedentes judiciales que ahora se campea por nuestra tierra. Tú, que ante las idioteces de Chávez respondes con otra igual: ¿No son personas los que están sufriendo ahora en la selva colombiana? Calma tu ego y mesura tus reacciones.
Pero que va… con ustedes dos no hay cuento, ustedes no ven ya individuos, no hay caso. Como no lo hay de pretender eliminar las “mafias” (en sentido figurado) académicas colombianas que luchan por esconder sus miedos.
Que bueno sería volver a ver a mis compañeros de clase, que me enseñaron lo valioso que es recibir al amigo sin nada a cambio. Que bueno sería volver a ver los tragados por la selva, en brazos de sus familias a pesar de los payasos que nos gobiernan.
Frankfurt am Main, 24 de Noviembre de 2007
Andrés Boteros Botero